Dante Gebel y la tentación del outsider: fe, carisma y encuestas en el laboratorio electoral rumbo a 2027

Aparece en las primeras mediciones nacionales con bajos porcentajes, pero su nombre ya circula entre dirigentes sindicales y políticos que buscan un liderazgo por fuera del sistema. ¿Fenómeno real o construcción prematura de poder simbólico?

El cierre de la gira PresiDante en el Teatro Gran Rex no solo consolidó a Dante Gebel como un fenómeno cultural y comunicacional, sino que activó una pregunta que empieza a incomodar —y a seducir— a distintos sectores de la política argentina: ¿puede un pastor evangélico, sin partido ni estructura clásica, transformarse en una opción presidencial competitiva en 2027?

En un escenario marcado por la desafección ciudadana, el descrédito de los partidos tradicionales y la persistencia del voto antisistema, el nombre de Gebel comenzó a colarse en encuestas nacionales y en conversaciones reservadas de dirigentes sindicales, peronistas y libertarios que buscan una figura “por fuera”, con capacidad de interpelar emocionalmente a un electorado cansado.

Qué dicen los números: visibilidad sin volumen electoral

La consultora CB Opinión Pública, dirigida por Cristian Buttié —una de las firmas con mejor desempeño predictivo en las últimas elecciones— incluyó a Gebel en un relevamiento nacional de 1.503 casos realizado entre el 9 y el 13 de diciembre. La pregunta fue directa: ¿a quién votaría pensando en las presidenciales de 2027?

El presidente Javier Milei lideró con comodidad, alcanzando el 34,9% de intención de voto, seguido por Axel Kicillof con el 23,5%. Muy por detrás aparecieron Mauricio Macri (6,7%), Guillermo Moreno (5,1%), Juan Schiaretti (4,8%) y Myriam Bregman (2,9%). Dante Gebel cerró la lista con apenas el 1,8%.

Una segunda medición, realizada por DC Consultores entre el 6 y el 8 de diciembre sobre 1.710 casos, profundizó esa tendencia. Milei se disparó al 52,08%, mientras que un significativo 27,08% optó por la respuesta “falta (pero volver atrás ni loco)”, una categoría que expresa más clima político que preferencia personal. Kicillof quedó en 18,75%, Maximiliano Pullaro en 1,39% y Gebel nuevamente último, con apenas 0,69%.

Los números son contundentes: hoy, Gebel no es competitivo electoralmente. Pero en política, especialmente en contextos de crisis de representación, el dato relevante no siempre es el porcentaje, sino la decisión de medirlo.

Por qué lo miden: el valor del capital simbólico

“Está en la conversación”, explicó Buttié al justificar su inclusión en el sondeo. La frase, aparentemente menor, es clave. En la Argentina post-2023, la política ya no se explica solo por estructuras partidarias, sino por climas emocionales, liderazgos carismáticos y narrativas de salvación.

Gebel encaja en ese molde: es un comunicador eficaz, con millones de seguidores, dominio escénico, discurso empático y una estética deliberadamente alejada de la dirigencia tradicional. No habla como político, no se presenta como político y, justamente por eso, algunos lo imaginan como político.

La lógica no es nueva. Antes fue Palito Ortega, luego Carlos Menem desde el espectáculo, más tarde Mauricio Macri desde el fútbol y los negocios, y recientemente Javier Milei desde los medios y la academia. El outsider dejó de ser excepción para convertirse en método.

Quiénes lo empujan y por qué

El dato político más relevante no está en las encuestas, sino en los respaldos incipientes. El sindicalista Juan Pablo Brey, dirigente de la CGT y líder de Aeronavegantes, confirmó públicamente que trabajan para convencerlo de ser candidato. “Necesitamos a alguien que abrace a todos”, dijo. La definición no es ingenua: expresa la búsqueda de un liderazgo transversal, desideologizado y emocional.

En la misma línea, Ángel Annacondia, referente del mundo evangélico, aseguró que su espacio lo apoyaría sin reservas. La fe aparece así no solo como identidad espiritual, sino como posible plataforma política, en un país donde el voto evangélico aún no logró una traducción electoral orgánica, pero sí creciente influencia cultural.

Dante Gebel: entre el púlpito, la TV y el poder

Gebel, de 57 años, construyó una carrera singular. Pastor pentecostal, líder de la megaiglesia River Church en Anaheim, California, comunicador, productor cultural y conductor televisivo, combina religión, humor y mensajes motivacionales con una estética moderna y descontracturada.

Conduce La Noche Divina en El Trece, producido por Mario Pergolini, y mantiene vínculos fluidos con figuras políticas de distintos signos. En el pasado pidió el voto por Daniel Scioli, bendijo públicamente a Nayib Bukele y dialogó con referentes de la nueva derecha como Agustín Laje. No se encuadra, no confronta abiertamente y deja siempre una puerta abierta.

Cuando se le pregunta por una eventual candidatura, responde con ambigüedad calculada: dice no tener definiciones y asegura que su futuro “depende de Dios”. En política, esa indefinición también comunica.

¿Fenómeno real o construcción anticipada?

Hoy, Dante Gebel no amenaza a ningún liderazgo consolidado. Las encuestas lo muestran marginal. Pero su figura expresa algo más profundo: la persistente búsqueda de un “salvador” por fuera del sistema, en una Argentina donde la política tradicional perdió capacidad de seducción.

El riesgo no está en su candidatura, sino en lo que simboliza: la idea de que la política puede tercerizarse en el carisma, la fe o el espectáculo. El interrogante no es si Gebel será candidato, sino qué dice de la democracia argentina que su nombre empiece a sonar como alternativa.

Por ahora, más que un proyecto político, Dante Gebel es un síntoma. Y en política, los síntomas suelen anticipar crisis más profundas que los resultados de una encuesta.